En casa había un ropero muy grande, que mi padre
heredo de sus abuelos, y que nos ha acompañado en cada mudanza, mi padre lo
usaba para guardar su abrigo, nosotros lo veíamos como una casa. Cuando papá no
estaba, entrábamos y jugábamos. El ropero tenía tres divisiones, el de
la izquierda tenía una puerta pesada, El
cuerpo central, tenía cuatro amplios cajones en la parte
inferior, y encima de los cajones había libros; parte superior, una puerta con
llaves, nunca supimos que había ahí, tal vez cosas antiguas o fotos. El
cuerpo de la derecha, había camisas, ropas blancas, estaba
cubierto con un espejo.
El de la izquierda se comunicaba con la derecha por un
pasaje alto, este era nuestro juego preferido, escondernos en el pasaje alto.
Mi padre tenía su cama frente al cuerpo de la derecha, y siempre al acostarse
se veía en el espejo, y recordaba a sus antepasados, que un día se miraron en
ese espejo. Llego el verano y la huerta había dado sus mejores frutos, los
amigos de mi padre venían a visitarlo y uno de ellos fue. Alberto Rikets, que
después de mucho tiempo se volvían a ver, él tenía una farmacia y mi padre en
ese tiempo, solo pudo comprar una casa. El amigo de mi padre tenía un hijo,
Albertito, era un poco tonto para entender y nosotros tuvimos que jugar con él.
Mi padre por esos días lejos de estar leyendo como lo hacía, hablaba con su
amigo en el jardín.
Albertito encontró nuestra pelota debajo de la cama,
eso nos hizo recordar grandes partidos en la calle, contra los hermanos Gómez.
Nos fuimos a jugar en la calle; Hicimos nuestro arco junto al muro de nuestra
casa; y colocamos a Albertito de Guardavalla. Tapó varios tiros, y luego lo
bombardeamos; luego pateó él, y yo fui al arco, su primer tiro me dejo la mano
adolorida, para ser enclenque, tenía una patada de mula. Cuando Albertito dio
el tercer tiro, la pelota paso por encima de los muros, salió mi padre y regalo
la pelota a un obrero. Sin entender pasamos a la casa.
Mi padre nos llamó a su cuarto, después de que su
amigo se había ido; y vimos el espejo chancado; a causa de la pelota. Solo
quedó el marco del espejo. El espejo donde se miraban mis abuelos dijo mi
padre. Pero a partir de ahí nunca más habló de sus antepasados, miró el futuro.
Cuando mi padre murió, cada uno tomó un cajón de cuerpo central del ropero;
cada uno lo cuido con gran recelo; como lo cuidó papá.
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