miércoles, 19 de diciembre de 2018

POR LAS AZOTEAS - cuento de julio Ramón Ribeyro (resumen)

Es la historia de un niño de diez años, que vivía en las azoteas, ahí había acumulado todo lo que no servía, como un buen reciclador, hacía sus colecciones. Tenía libertad para hacer cualquier cosa. Él era el rey, de nada estaba prohibido, podía pintar bigotes en la cara de su abuelo, calzar las viejas botas de sus padres. Con su gran valentía iba saltando corredores, y siempre volvía victorioso trayendo consigo alguna cosa, y así Su reino se iba expandiendo por las demás azoteas de sus vecinos. La presencia momentánea de la empleada que tendía ropa, no lo intimidaban. Se sentía seguro. Pero había lugares que no había explorado, y despertó su codicia, siempre había llegado hasta los límites, y una gran palizada lo impedía seguir, pero un día decidido a explorar ese territorio, se fue arrastrando de techo en techo, hasta que llego a la palizada, ahí construyo una torre y se subió a lo alto. Y se vio descubierto por un hombre que estaba en la azotea sentado en una perezosa, y con una barba de náufrago, el anciano al verlo lo hizo un gesto.
El niño regreso a su reino, y dado que en su mente le vino la idea, que aquel hombre que vendría a conquistar su reino, tal vez es un usurpador, decidió velar por varios días y estar de guardia. Una mañana el niño se armó de valor, y fue nuevamente a la azotea de aquel hombre, y por un agujero de entre las tablas, empezó hacer el espionaje, para saber con quién se había de enfrentar, y el hombre lo vio, y lo llamo con un gesto de mano. Le pregunto quién era, el hombre respondió soy el rey de las azoteas. Fue un duro golpe, el niño le reclamo, yo soy el rey de las azoteas. Tú serás el rey durante el día y yo durante la noche le dijo el hombre. No, dijo el niño, entonces tú serás rey de la noche también le dijo el hombre. Él niño se volvió triunfante a su reino. Al día siguiente regresó, y tuvo codicia de los objetos viejos que había, el hombre le dijo, a tus bienes por las cosas, si quieres puedes llevártelo. No reprocho el niño. Yo tengo bastante, tengo más que todo el mundo. Hacía calor, Él hombre le dijo que harían una sombrilla de piel humana, que cada uno darían una oreja, y al que no les dé, lo quitamos con una tenaza. Imaginaba quitarlo la oreja a mi profesora con un alicate. Sus visitas al hombre fueron más seguidas, el niño le inventaba cosas, y juntos imaginaban muchas cosas. Un día celebraron su cumpleaños, sus 33 años, con una bolsa de frutas y una botella de limonada que el hombre tenía. Pronto acabarían sus vacaciones, el niño estaba preocupado por tantas cosas acumuladas, y todo sería en vano. El hombre le regalo un librito para que lo recordara; pero una tarde su madre lo encontró y lo recriminó y se lo quito; y no pudo volver a las azoteas. Su madre siempre lo vigilaba. Las clases lo distrajeron un poco. Pero un día decidido a verlo a su amigo, subió a la azotea, y fue hasta donde estaba su amigo, pero no le vio, se acercó a unos cristales, y vio a unos hombres de negro caminando en la sala. Entonces comprendió que su amigo había muerto.

                                                     

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